POR: Milagros Villarreal Rivera
El tsunami que arrasó el Sureste asiático el 26 de diciembrede 2004 dejó 186.983 muertos. Foto: Lana Slivar, Reuters |
Las eventualidades naturales constituyen graves riesgos para la humanidad, en especial, por el advenimiento de las variaciones climáticas y por la escasa preparación de las poblaciones. La Comunicación en Gestión de Riesgos aúna esfuerzos por cambiar esta situación.
Diciembre 2004: 186.983 muertos por tsunami en Indonesia. Agosto 2005: 1.836 muertos por Huracán Katrina. Febrero 2010: 525 muertos por terremoto y tsunami en Chile. Enero 2010: 316.000 muertos por terremoto de Haití. Marzo 2011: 15.745 muertos por terremoto y tsunami de Japón. Octubre 2011: 527 muertos por inundaciones en Tailandia. La lista nunca concluye.
Durante los últimos años estos desastres saltan en la memoria de las personas causando inquietud. Sin embargo, constituyen solo escasos ejemplos de catástrofes que han trascendido a nivel mundial por la envergadura de sus pérdidas.
Las eventualidades no son nuevas, concurren de forma intrínseca en las diversas geografías y recove-
cos del planeta, a lo largo del tiempo. Mas, las variaciones climáticas de los últimos lustros y, sobretodo, la exigua preparación de las sociedades perfilan su condición de desastre.
Como respuesta, se ha generado una preocupación internacional que ha dado origen a organismos, instituciones, planes, acuerdos e instrumentos a nivel nacional, regional o mundial. Estos instrumentos tienen como objetivo hacerles frente.
Verbigracia: las NN.UU (a través de su agencia Plan Internacional), los acuerdos mundiales como el de Hyogo 2005-2015, la Estra-tegia Internacional y la Estrategia Andina para la Reducción de Desastres o, en el contexto nacio-nal, la Secretaria de Gestión de Riesgos, forman un conglomerado que, sea cual fuese su naturaleza, se esfuerzan por crear agendas compartidas para articular planes de reducción de amenazas, crear e integrar políticas en este ámbito, formar y educar a las poblaciones, así como promover la resistencia, mitigación y resiliencia de riesgos y desastres.
En este camino, la Comunicación retoma otro escenario por la importancia de su transversalidad. Deviene para hacer efectiva las diversas iniciativas de la gestión de emergencias. Pues más allá de la espectacularización de los mass media entorno a estos sucesos, la Comunicación protagoniza un rol trascendental al ser una estrategia de información y educación.
Precisamente, los desastres han constituido hechos noticiosos de gran atención para las cadenas mediáticas, que no solo espectacu-larizan los acontecimientos, sino que contribuyen en la creación de procesos de desinformación e incluso alimentan el miedo a través de sus canales. Entonces, la lógica del mercado prima sobre su función social.
Sin lugar a dudas, la necesidad de información aumenta en durante la presencia de los desastres. Por ello, la labor de los medios debe direccionarse al aprovechamiento de sus potencialidades –inmedia-tez, cobertura, sensibilización, profundidad- y a la construcción de procesos y productos comuni-cacionales que atiendan a los requerimientos con responsabili-dad y calidad.
Pero la Comunicación ha dejado de centrarse en flujo de infor-mación. Ahora puede entenderse como una estrategia vinculada a la prevención, mitigación, prepara-ción, alerta y respuesta, rehabilitación y reconstrucción de riesgos o desastres.
Es así que ha ganado protagonismo. En la actualidad existe una formación profesional respecto a la Comunicación en Gestión de Riesgo, y la vez un espacio laboral importante cuya práctica resulta de vital signi-ficación para toda la sociedad.
En Ecuador, esta aplicación no debe resulta lejana. Sobre todo si se considera que, geográ-ficamente, está ubicado en la zona del planeta (el Cinturón de Fuego del Pacífico) con mayor proba-bilidad de ocurrencia de terremo-tos y que, históricamente, se ha producido en promedio un terremoto por siglo cuyas víctimas superan las 80 mil, de acuerdo a las estadísticas del Instituto Geofísico (IG)
Según Liliana Troncoso, funcionaria del IG, los fenómenos constituyen eventualidades cuya amenaza radica en el grado de vulnerabilidad frente a ellos. Aspecto que apremia la aplicación de la Gestión de Riesgos.
El país no está exento de las amenazas naturales –como el clima que a nivel mundial genera el 75% de desastres– amenazas socionaturales o antrópicas. Esta vulnerabilida configura condi-ciones de riesgo que ha detonado esfuerzos, aun cuando incipientes, para evitar que aquella peligrosa combinación afecte a la pobla-ción.
Y aquí, la Comunicación se despliega como un eje funda-mental garantizar los resultados de esos esfuerzos.
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