Por: Mauricio Mosquera
Los comerciantes prefieren esperar en las puertas de los locales a sus clientes. |
Son las 10:30 y Juan Fernando Flores llega a su trabajo. Él es un comerciante de un negocio que ofrece servicio técnico y compra y venta de teléfonos celulares. El local está ubicado en el Centro Comercial Montufar, lugar conocido en Quito por la comercialización de objetos robados.
- Puta no madrugará mucho. Un poco más y se atrasa”. Le dice entre risas el dueño de un negocio vecino a Juan, mientras el comerciante levante la puerta del local 156 (Tercer nivel pasillo B), donde trabaja.
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“Hable serio “vencindio”, ni bien llego ya comienza a joder”, contesta Juan en tono burlón al comerciante con rasgos indígenas. El comerciante parece no molestarse y continua:
- “Puta abren a las 11:00 y así quieren tener plata”.
La mayoría de estos locales, son lugares pequeños de unos 3x 2.5 metros, tienen una mesa en el fondo con decenas de teléfonos celulares desarmados, piezas electrónicas herramientas, etc.
Además existen exhibidores donde se muestran los teléfonos que están a la venta, tienen un par de bancos, paredes decoradas con calendarios de chicas en terno de baño y repisas con santos y vírgenes.
En los siete pisos de los que dispone el Centro Comercial Montufar se encuentra casi de todo. Hay teléfonos celulares, electrodomésticos (televisiones, equipos de sonido, juegos de video, planchas, etc.), cámaras fotográficas, radios de automóvil, relojes de marca, perfumes, gafas originales, grabadoras de voz, accesorios de computación, computadoras portátiles y de escritorio, controles remotos, entre otras cosas.
La mayoría de estos objetos son de medio uso y los dueños de los locales donde se comercializan no piden factura a quienes les venden la mercancía ni tampoco entregan el respaldo legal a los compradores.
A las 11:00 llega un joven, de entre unos 20 a 25 años, apodado como “Body”. Viste una chompa lila de material impermeable, una gorra con las iniciales NY (New York), zapatillas deportivas blancas y jean azul. El “Body” mide aproximadamente 1.65 metros de altura y es de contextura delgada.
- “Habla Pedro Navaja”, le dice le joven al comerciante.
- “¿Qué tiene, qué tiene?”, le responde Pedro.
- “Vea papá solo para usted lo que le traje y ahora están calientitos (recién robados)”, dice el “Diablo” y le muestra dos celulares.
Pero no todo en este lugar es compra y venta de artículos robados, en el Centro Comercial Montufar también hay otro tipo de negocios: cabinas telefónicas, pequeñas despensas de víveres, venta de artesanías, películas piratas y gafas de imitación, un estudio de tatuajes, un cajero del Banco del Pichincha y un patio de comidas en el último piso.
A las 11:40 llega un cliente a un local en la entrada principal. Un hombre de 50 años aparentemente de origen humilde.
- “Diga mi rey en que le ayudo”, son las palabras en que un afroecuatoriano aborda al cliente.
- “Quiero que me dé revisando este teléfono que no se me prende la pantalla” expresa el cliente.
- “De una (en este momento) pero la revisada le cuenta $1. Si hay que cambiarle algo o arreglarle alguna nota (pieza) le cobro aparte”, sorprende el comerciante.
Durante la tarde algunos comerciantes y otros propietarios de negocios similares intercambian libremente piezas de celulares, teléfonos celulares, accesorios cono cargadores, audífonos, tarjetas de memoria, herramientas y demás in llevar un registro de lo que prestan, lo mismo sucede con el dinero.
La mayoría de locales del centro comercial abren a las 10:00 y las 10:30 pero la actividad comercial comienza por lo general a partir de las 11:00.
En la tarde la actividad comercial es intensa. Eso sumado a la fragilidad de la memoria contribuye a que los comerciantes se olviden de las cosas o el dinero que se prestaron. Por ellos alrededor de las 18:00 cuando hay poco trabajo y falta poco para cerrar, los comerciantes empiezan a saldar deudas y entregar piezas, herramientas, dinero y todo lo que pidieron prestado.
Uno de los aspectos más interesantes de este lugar es la forma en que algunos comerciantes abordan a las personas que pasan por sus negocios. Sin necesidad que los comerciantes conozcan a la gente que llega al centro comercial, solo por caminar por los pasillos, les preguntan “¿qué busca socio, qué busca dígame nomás?”.
Si la respuesta es nada, en seguida le preguntan qué es lo que está vendiendo.
Antes de salir, algunos de los comerciantes pagan diariamente las cuentas que tienen con los usureros que tienen puestos en el mismo centro comercial.
Luego los locales empiezan a cerrar y los comerciantes se retiran. Algunos abajan a los parqueaderos y otros en cambio van a coger bus en la Marín, estos segundos primero pasan por las empanadas y morochos que expenden en la esquina.
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